02 agosto 2012

LEOPOLDO ALAS (4-9-1962/1-8-2008)


Odio el verano.
Odio con el alma la estación de los traumas de todas las edades,
de los días de calor aciago y la tristeza
luminosa, de la falsa alegría,
de las separaciones,
de los zarpazos de la muerte. Odio
las ilusiones de la estación embaucadora,
sus raptos de pasión,
su felicidad episódica. Odio
los fuegos artificiales
que no engañan ya ni a los adolescentes,
sus veladas de insomnio, sus pesadillas sudorosas. Quiero
escapar para siempre del verano,
no volver a mirarme en sus noches estrelladas,
en el sueño agónico de sus playas,
en su libertad vigilada. Odio
sus promesas que no se cumplen. Odio
la engañosa caricia de sus sombras,
la joven tersura fantasmagórica
de sus cuerpos errantes.
No quiero más recuerdos estivales,
ni fábulas de amores susurradas
en un bosque fingido. Odio
su música de grillos, odio la lentitud espesa
de sus interminables siestas. Odio
 las picaduras crueles de sus insectos tórridos,
la ansiedad de sus ruidos, sus vanas confesiones,
todo el dolor de sus silencios. Odio
su torrente de llantos, su cascada
de aprensiones, su cúmulo de culpas,
su rosario de insalvables distancias,
la suma de sus pérdidas y el alud de sus miedos.
Contemplo el horizonte de naves que se alejan.
Mi vida es la esperanza del invierno.

ODIO EL VERANO, Leopoldo Alas, Concierto del Desorden, Madrid, Ed. Calambur, 2007, pág. 29. 

*Conocí a Leopoldo hace muchos, muchos años en la Complutense. Él estudiaba Filología Italiana y yo había empezado Filosofía. Poseía raras cualidades, el talento y el humor. Era ese tipo de persona a quien no tienes que explicarle los chistes.
Yo he encontrado muy pocas.


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