Casi quince años han pasado desde que
escribí este sentido artículo sobre la Nochevieja. Como estoy de migración
informática, voy a aprovechar, mientras salen las cosas nuevas, para el rescate de algunos textos del
principio de MB (algunos inéditos), de mi exitosa carrera como cronista social
de problemáticas bizarras, que tantas alegrías me ha dado.
NOCHEVIEJA: LA PESADILLA FINAL
Mondo Brutto, nº 8, Invierno 1996.
Por Grace Morales.
Falta
casi un mes para que termine el año. Sin embargo, ya se ven por todas partes carteles de
fiestas al efecto para esa noche "mágica". La gente comienza a pensar
en el sitio donde lo celebrarán, qué se pondrán, etc., mientras una pequeña
minoría - que incluye a los que hacemos Mondo Brutto…, bueno, a casi todos - se
echa a temblar y reza para que el trago
pase pronto y las secuelas esta vez no sean muy graves. Yo, como se le supone a
las personas de bien, odio las Navidades, pero lo peor, con mucho, es el
fiestorro de Nochevieja. No contentos con desparramar como las bestias todos
los fines de semana en bares, discopafes y discotecones, hemos institucionalizado una juerga horrenda,
cuya única finalidad es vestirse como de broma y hacer el anormal, aun más si
cabe que las demás noches, pasar frío y levantarse al día siguiente malísimo y
muy tarde, sin poder ver los saltos de
esquí que echan en la tele. Las Nocheviejas, por definición, son fiestas en las
que es imposible pasárselo bien, pero
haciendo gala de una resistencia al dolor asombrosa, la gente sigue repitiendo.
Vamos a ver: ¿Cómo es posible salir de copas y de droga sin freno una noche en
la que previamente te has inflado a comer y a beber como un poseído? La gente
sale de casa mala y con sueño, y claro,
luego sucede lo que sucede. Pero, vayamos por partes.
La Atroz Pre-Nochevieja.
Mientras
las madres preparan las cenas, la gente se reparte en dos grupos: los que se
están arreglando desde las 6 de la tarde, haciéndose el cardado y retocándose
las patillas para la superfiesta a la que van a ir, y aquellos otros que bien
han optado por una fiesta más informal y pasan de maquearse, o directamente son los bolingas que bajan al
bar del bloque para empezar desde bien prontito la celebración. Mientras los
primeros se ponen por novena vez el smoking, los segundos brindan sucesivamente
por las Navidades, los colegas y lo bien que se lo están pasando.
La Cena Pantagruélica.
Las
cenas empiezan a una hora prudencial, porque si no, no da tiempo a comerse los
veinte kilos de comida que tu anciana madre ha preparado antes de que den las
uvas. Para matar el rato, la televisión ofrece programas especiales en los que
las estrellas de cada cadena salen cantando y bailando para bochorno de los
espectadores, o bien los humoristas de turno cuentan las mismas paridas. Yo,
desde luego, siempre recordaré con cariño aquel desopilante especial nochevieja
de la Era Miró que protagonizó Gurruchaga, acompañado de un montón de freaks
desatados (Ana Obregon y Senillosa incluidos). Antes de los programas del Dr.
Beltrán, la televisión nunca había
alcanzado tales cotas de zafiedad y mal gusto, pero, en este caso, y sin que
sirva de precedente, hay que felicitar a los mandos de la tele por emitirlo en
fecha tan señalada y apropiada. No volverá a suceder nunca, me temo.
La
hora de la cena de Nochevieja es todo un acontecimiento. Siempre suele haber
visita de tíos, primos, cuñados, etc. que se amontonan en la mesa familiar,
dispuestos a comerse hasta el mantel. El menú consiste en: langostinos, nécoras
y otros crustáceos, patas de cordero, codornices al horno, besugos, macedonias
de frutas. La bandeja con los turrones que sobraron de Nochebuena y que están
pegados al papel de aluminio, donde flotan avellanas en un líquido blanquecino,
peladillas, frutas escarchadas, mazapanes y polvorones que pueden provocar
asfixia, nueces y castañas a troche y moche... Sin olvidar las cuatro o cinco
botellas de vino de Rioja, otras tantas de clarete, y al final, y tras engullir
el racimo de uvas, las inevitables copitas de champán Dubois o Freixenet, más
las de sidra El Gaitero para los más mayores.
Las Uvas De La Ira.
Este
es el momento que todos esperan: la retransmisión de las campanadas. Ahora la
cosa se ha diversificado con las privadas, pero antes todo el país seguía como
un solo hombre las evoluciones de Joaquín Prats y otra locutora desde la
Academia Cyma de la Puerta del Sol,
dando voces entre los petardos de los quintos y los sin casa que se
agolpan en aquel lugar. La gente se sigue haciendo un taco con los cuartos de
las campanadas, pero no sólo ellos, recordemos el espectáculo que dio la
locutora Marisa Naranjo al equivocarse y cantar las campanadas antes de tiempo.
Aunque no sé si es peor que las retransmitan Los Morancos... No, es peor que lo
hagan Cruz y Raya. Claro que lo de Carmen Sevilla también estuvo hermoso… ¿Y lo
de Chiquito de la Calzada del pasado año? Inconmensurable ¡Qué pena que el Dúo Sacapuntas no fuera aprovechado en su
momento de gloria popular para el evento!
El Infernal Programa de Fin de Año.
Tras
los besos y efusividades de los parientes, las llamadas telefónicas de los que
están en el pueblo, y los primeros
anuncios del año, sigue el programa especial de Nochevieja, que parece diseñado
por los responsables del Canal Infernal de "Permanezcan en Sintonía".
Presentado por la “señoritamodeloyactriz” de turno y un mazas gilipollas, quienes para convencer a la audiencia de que
todo es muy alegre y están en directo, no hacen más que presentar a gritos a
las estrellas musicales: ballets espantosos, que ni siquiera son de Bob Niko, grupos
pop rock tipo La Guardia, La Trampa, La Voltereta, cantantes melódicos
desfondados, folclóricas a medio disecar, artistas extranjeros que pasaban de
promoción, en la línea de Inmaculate Fools o Roxette, los inevitables y vomitivos flamencos y
salseros, etc., en un decorado de sala de fiestas con figurantes ataviados para
la ocasión cubiertos de confetti, que nunca he averiguado si realmente cenan de
verdad o lo que tienen en las mesas es todo falso. ¡Y el humor! Echamos de menos a Pajares y
Esteso, vestidos con smoking de pana y
haciendo que se emborrachaban a lo largo del especial fin de año de los setenta,
que seguro que lo suyo no era de atrezzo. Por lo menos, no era más que un fiel
reflejo de la realidad, pero lo de ahora no tiene nombre. De Lusson dando
bofetadas a Codeso hemos pasado a ver a cómicos de tercera que ya nunca salen
en televisión, salvo esa noche, como Paco Gandía, Félix El Gato, Manolo de Vega
y una larga de lista de innombrables.
Unamos
el profundo sopor que provoca la cena a la espantosa programación televisiva, y
tendremos esos cuadros familiares, con todo el mundo dormido a las 12:20. Para
animar y calentar la cosa, el programa de fin de año incluye desde hace tiempo
un strip tease realizado torpemente por alguna camarera de whiskería de
carretera nacional, pero ni por esas. Es
cuando empiezan las partidas de cartas, dominós, Trivial, pero la estrella es
el clásico bingo de mesa, que por unas horas despertará de su letargo a los
abuelos. Pero lo peor no ha hecho nada más que empezar.
Vestidos para matar (del susto).
Como
si del Apocalipsis se tratara, una
multitud de jóvenes se lanza a la calle
para disfrutar de la Nochevieja. Es difícil describir los atuendos de
ellos y ellas sin ofuscación: en realidad, son los mismos que se emplean en
bodas y similares reuniones del Mal: vestidos aterciopelados, gasas y tules,
rasos a mogollón, conjuntos sin tirantes, plateados y dorados, trajes de
caballero que ningún caballero se pondría si lo fuera de verdad, moños, ricitos
y demás ridículos peinados, etc. He visto todo tipo de atroces vestimentas esa
noche, pero mis favoritos han sido, hasta el momento, el de un tío que llevaba: un traje color
hueso, camisa hawaiana, pantalón de pinzas, zapato imitación castellano - con
calcetín blanco -, y pajarita de cuero
rojo, y el de una chica ataviada con un traje de noche largo, color vino, de
tela a la que enseguida le salen pelotillas, con incrustaciones de tachuelas
brillantes simulando unas aves del paraíso. Completaba su atuendo con una chaqueta
de punto de rayas blancas y negras, creando un efecto inolvidable. Por propia
experiencia personal, la vestimenta para Nochevieja debe ser todo terreno. Es
preferible llevar lo más sufrido del vestuario, porque siempre te acaban
volcando media docena de cubatas encima, cuando no tienes la mala pata de que
alguna/o te vomite sobre el vestido de raso, o resbales en un lodazal de
confeti y champán. Sin duda, recomiendo un práctico mono de trabajo o el
chandal de táctel del Pryca.
Y... ¿Ahonde Vamos?
La
fiesta de Nochevieja admite todo tipo de perversas combinaciones. El genio
maligno no conoce límites a la hora de planear jolgorios de fin de año. Estos
son algunos de los que hemos sufrido personalmente o por testimonios de
afectados:
La Fiestorra En Casa.
Quedan
atrás aquellas Nocheviejas en las que los niños del bloque nos bajábamos al
trastero donde se guardaban las bicis, a tirar petardos como descosidos, mientras los vecinos arrojaban objetos
contundentes por el hueco de la escalera, descalabrando a una servidora. Todos
hemos tenido la oportunidad de ir a celebrar el fin de año a casa de algún
amigo, conocido, o incluso desconocido, porque está muy extendida esa noche la
costumbre de presentarse en la keli de alguien a quien ni siquiera se conoce,
pero que es colega de uno que ni siquiera va contigo. Pues nada, lo de siempre:
la típica fiesta doméstica, pero con los asistentes vestidos que da pánico, y
más borrachos de lo normal. Las figuras clásicas no faltan: el pesado, el
cachondo, la novia del anfitrión completamente cocida, que monta el espectáculo
para vergüenza de su pareja, el infeliz que se lleva sus discos más selectos y
acaba perdiéndolos, las amigas que terminan llorando o a bofetadas, los novios
que se meten en la cocina o en el servicio y no salen, los padres que aparecen,
el abuelo sentado en un butacón que no se entera de nada, etc., pero todo esto
adornado con drogas de broma, serpentinas, matasuegras y un sonido atronador de
la cadena, o de la radio, porque en Nochevieja hacen programas non stop de
éxitos musicales, desde "Pata Pata" a "Mi Novio se ha ido a
Hawai". Siempre acaban con todo el mundo dormido, pringados de chocolate
Paladín a la taza, o en el mejor de los casos, con aparición de la ley,
alertada por los vecinos. No me creerán, pero la mejor fue una en la que la
concurrencia estaba tan intoxicada, que no se percató de la presencia de una
banda de cacos, que desvalijaron el piso
ante el aplauso general.
¡A desparramar a la calle!
Inasequibles
al desaliento y a la helada nocturna, hay muchos que pasan la Nochevieja yendo
de bar en bar, o directamente en la calle, provistos de bidones de cerveza y
whisky, ante una chasca improvisada.
Grupos tambaleantes de gente que no se decidió a comprar la entrada para la
fiesta del barrio, recorren las calles como si de unos nuevos José y María se
tratara, tratando de encontrar un sitio donde les permitan beber y estar
calentitos. Los pubs y bares hacen su agosto, poniendo las copas a precios desorbitados
y entradas disuasorias, pero esto no impide que la gente se agolpe en las
puertas del pub al que van siempre rogando para que les dejen entrar, como si
les fuera la vida en ello. Una vez dentro, el panorama es el mismo, sólo que
decorado de Navidad y con canciones de los discos "Disco Fiesta" y
"Grandes Éxitos de La Tuna". Los colegas se abrazan y se felicitan la
Nochevieja unas doscientas veces, mientras las botellas de cava se estampan
contra el suelo. Después de tanto trasiego, hay dos modalidades de festejador de
la Nochevieja en la calle: el que se queda dormido en un butacón del
garito, mientras los amigos le decoran
con espumillón y bolas de Navidad, y el que vomita en la barra, cosa que
aprovechan los graciosos para averiguar cuál ha sido el menú en su casa:
"Mirad, este ha comido chorizo, nueces, tortilla..."
La
mayoría de este gentío suele encaminarse a la zona de marcha en Metro (digno de
un estudio sociológico el aspecto de los vagones esa noche a las 12 y media),
pero hay toreros que no dudan en sacar el coche, organizando esa noche el
atasco más monumental del año. Y claro, se suceden todo tipo de golpes y
choques en cadena. Lo bonito es cuando se bajan del coche los conductores,
completamente ebrios, y sus acompañantes, ebrios también: conversaciones
ininteligibles, imposibilidad de escribir el nombre de uno en el parte, etc.
La Fiesta En La Discoteca Alquilada Al
Efecto.
Los
amigos más formales y con novia prefieren una Nochevieja recogida y con un
toque de estilo. (Le llamo estilo a ir con el traje de lanilla, fajín a juego,
pelo engominado y vestido de lycra con moño, por supuesto). Para ellos, existen esas fiestas que
organizan los delegados del club cultural del bloque en una discoteca que está
en horas bajas, o en su defecto,
en el salón de bodas de turno. Allí se da cita toda la pandilla de
amigos funcionarios, compañeros del taller y de la obra, con sus respectivas,
hermanas, primas y hasta alguna madre.
Es aquí donde se ven los trajes y vestidos más horripilantes, la música
más infame, los bailes más ridículos y
donde la gente se aburre más, aunque me temo que éstos se aburren en
todas partes, todos los días del año. El punto álgido se produce cuando suenan
las sevillanas, y las maris y los gañanes se lanzan a la pista a hacer
aspavientos. Lo peor: los inevitables e imaginarios sorteos de viajes a
Mallorca o a Benidorm, con todo el mundo pegándose por encontrar sus boletos.
La Macrojuerga En El Polideportivo.
Siendo
la más reciente, es la que más adeptos ha cosechado entre nosotros. Era de
esperar: ¿quién se puede resistir a pasar la Nochevieja en un local inmenso,
rodeado de cientos de botarates y un sonido ensordecedor? Los astutos
empresarios conocen los gustos de la
gente y saben que aquí todo el mundo se pirra por los borregueros sin salida de
humos ni de emergencia, y las concentraciones masivas de idiotas. Desde luego,
no deja de tener su gracia pagar un disparate de dinero por pasar la noche en
el Pabellón del Real Madrid o en la Cancha de
Pelota Vasca de Getafe. Salvo hace unos años, y en el Frontón de Madrid,
del que fuimos expulsados más o menos violentamente (unos novios, completamente
cocidos, la emprendieron a golpes el uno con la otra), confieso que nunca he estado en un tumulto de
estas características, pero los que lo han vivido me hablan de colas de media
hora para pedir el combinado de importación, guardias jurados que a punto están
de hacer fuego contra los invitados, pistas de futbito repletas de gente dando
saltos e imposibilidad de entenderse los unos con los otros, mientras un sujeto
vestido de DJ anima el cotarro, con consignas como: "Los del guardarropa,
dejen de agolparse, ¡que van a tirar el tenderete!". Ah, mucha gente
pierde los abrigos, capas y zapatos en estas concentraciones. O van los cacos,
y los roban.
La Cena-Espectáculo.
Todo
vale: desde ir a ver a Olga Ramos o a las vedettes del Meliá Castilla. Hay
otros que prefieren una revista, en la que a las doce, Pedro Osinaga y Lina
Morgan detienen la función y brindan por el año nuevo. Como en todas las demás,
no falta nunca la bolsa de cotillón, un envoltorio de colorines que incluye:
las serpentinas, el confeti, el collar hawaiano, el matasuegras, la trompeta,
el antifaz, las gafas y la nariz de broma. Estos adminículos son, sin duda, lo
mejor de la Nochevieja, aunque no están muy bien vistos, porque la gente dice
que, atención, son muy horteras, por eso mismo recomiendo encarecidamente
hacer uso de todos ellos, para fastidiar a los demás. Las cenas-espectáculo
tampoco son del agrado de la mayoría, prueba de ello es la bronca monumental
que a nosotros nos echaron por querer meternos en una de ellas: "Pero...
¡Vosotros estáis gilipollas, si a esos sitios sólo van viejos y es un muermo!
¡Vámonos a Cerebro!".
La Nochevieja en el Pueblo.
Son
muchos los que se trasladan en navidades a su pueblo y allí, cómo no, también
hay jolgorio de fin de año. La triste realidad es que sigue siendo lo mismo,
pero con menos gente. La discoteca de la pedanía se engalana y los mozos y
mozas bailan al ritmo de Amistades Peligrosas, Whitney Houston y Bom Bom Chip,
entre niños que corretean por la pista y abuelos dormidos. Un redactor de Mondo
Brutto me ha hablado de celebraciones salvajes en pueblos, en los que, al estilo de la Puerta del Sol en
Madrid, los mozos se dedican al lanzamiento de botellas de sidra contra el
edificio del Ayuntamiento, pero mi experiencia en esta modalidad ha sido de lo
más tranquila y sin ningún sobresalto. Vamos, que no he acabado en el pilón.
Destruction Party.
He
dejado para el final un tipo de fin de año memorable. Como es lógico, la
picaresca llega a límites insospechados en estas fiestas y algo muy común es
que vayas a una fiesta - tras haber pagado ni se sabe de dinero - en la que no
haya ni bebidas, ni música y, a veces,
ni local. Recuerdo una con mucho cariño: todo el barrio decidió ir a
pasar la nochevieja en una discoteca situada en un polígono industrial. Unas
150 personas entraron y se quedaron en la calle otras doscientas - con entrada
pagada - que no pudieron acceder al interior, porque había exceso de aforo. Los
que estaban dentro se encontraron con que se habían agotado todas las bebidas a
la media hora, no había hielo, el grupo
que iba a tocar no existía y eran conminados a abandonar el local por una
guardia pretoriana de modales carcelarios. Ante el panorama, se produjo una
revuelta popular, y el público se dedicó a destrozar la discoteca, al grito de:
"¡Sus os vais a enterar!". El mobiliario quedó reducido a escombros,
los cristales y vidrieras volaban por los aires, moqueta y papeles pintados fueron
arrancados de cuajo y, como colofón, el billar fue arrojado por las escaleras,
acabando en la calle, mientras los que estaban fuera tiraban todo tipo de
objetos y los de dentro se llevaban las sillas que aún quedaban enteras y el
equipo de sonido. Al final, se presentó la policía, y muchos terminaron tomando
chocolate con churros en el cuartelillo. El nombre de la discoteca, Equus,
quedó para siempre como “Atraccus”. ¡Esto sí que es un fin de año y lo demás
son tonterías!.
Consejos Prácticos Para Reventar La Fiesta
De Nochevieja:
-
Llevar botellas de Cynar y de Calisay a una fiesta en el domicilio. Los demás
se morirán de pena.
-
Vestirse con el atuendo equivocado, o sea el mono y el chandal. Y, muy
importante, ponerse todos los accesorios de la bolsa de cotillón, desde el
gorrito a las gafas de broma. Los guardias jurados del polideportivo os
invitarán a que os marchéis.
-
Desenchufar los cables del mafle o fundir los plomos de la sala.
-
Lanzar explosivos a la pista.
-
Echar somníferos en las bebidas.
-
Verter aceite en el suelo.
-
Contratar como músicos a Tercera Guerra Mundial, si la fiesta es de gente fina, o a la
Orquesta Burbujas, si la fiesta es de
rockeros.
-
Irse a dormir después de la cena. Mañana será otro día. Tu estómago, tu cabeza
y tu bolsillo te lo agradecerán.