21 noviembre 2010
05 noviembre 2010
04 noviembre 2010
INFRASERES y BOCACHANCLAS
En los últimos tiempos contemplo unos debates apasionados,
un tomar posiciones, un dejarse llevar por tan elevados principios, que es para
sacar pecho de la madurez ideológica y la sensibilidad de los teóricos de la
cultura pop. Me congratula que el s.XXI haya abierto de esta forma las
conciencias.
Que los funcionarios del Ministerio de Cultura o como quiera
dios que se llame aquella cosa van y etiquetan de “X” una franquicia de peli de
terror para que las personas no puedan ir a verla más que a cines porno, ¡toma rasgado
de vestiduras generales y debates encendidos en los foros pajeros! ¿Qué es esto
de censurar una película? ¿Es que vamos a tener que volver a Perpignan, como
hace generaciones? ¿Es que ya no nos van a dar ni la oportunidad de poder ver el
cartel en las salas para bajárnosla del Internet?
Pero es que no es un hecho aislado, que se ha decidido en
esas – supongo – apasionantes reuniones de los burócratas llenos de dinamismo en
el despacho de arte y cultura, entre manejar unos muy importantes presupuestos
para hacer trípticos sobre el Museo del Simio y prepararse el siguiente
modelazo para la aparición pública en un besamanos. Van y traen una película
fuertecita a un festival, y se organiza otro escándalo-risión en la tele, con lánguidas
y retrasadas estrellas de los mass media expresando su consternación por este
atentado contra los muñecos de plástico, y tertulianos fronterizos condenando
el hecho común y haciéndose un taco, que una ya no sabía
si aquello era un debate sobre cine o apelaban a la unidad de los demócratas contra el
terrorismo u otra cosa de tertulias de este corte.
Un par de revistas satíricas publican unos chistes gráficos
sobre populares personajes del mundo social, de estos que sacan las manitas
para saludar desde sus palacios, y las autoridades secuestran los números en
nombre de la ley, la lucha contra el poco respeto que tiene el populacho ante
las personas de categoría y un sinfín de argumentos mongoloides hundidos en la
ola de pensamiento políticamente correcto que nos invade. De nuevo,
movilización escandalizada y declaraciones contundentes contra este atropello
contra la libertad de expresión, defensa numantina de las obras artísticas: sin
restricciones, sin censura y buen rollo. Que es una broma, una sátira, el
animus iocandi, que no queremos que quemen la voluntad creadora y su puta madre...
Se publica un libro de un popular personaje de la tele, conocido
en España por sus declaraciones de bocachancla y mamarrachadas diversas (debe
ser frustrante que lo que haya querido ser uno es un profundo y respetado
intelectual, y convertirse en lo más parecido a un mequetrefe de reality show,
pero es lo que pasa cuando te carbonizas haciendo el indio…), se marca un speech
bravucón sobre su querencia lasciva por las menores, querencia dicho sea de
paso compartida por un amplio sector del target masculino, y le hacen un
supercampaña de publicidad acusándole de comeniños unos y de adalid de las
libertades otros. Unos piden como hidras, en nombre de las lolitas del manga y
sus derechos, que se le eche del organismo autonómico donde sale diciendo
estupideces la mayor parte del tiempo, y otros firman un solemne manifiesto de
extrema derecha apoyando su entereza moral de pichabrava español.
Ahora, el “Me sucedió a Mí”.
En 1997, un colaborador de mi fanzine, que tuvo un momento
de medio gloria en este mundillo por sus textos de provocación atolondrada, como
un Dragó pequeño, escribe un artículo satírico en el que se ríe del popular
dueño de una discográfica independiente. Utilizando el Cuento de Navidad de
Dickens, parodia, se mofa y befa del conocido empresario para hacer la
jaimitada de bocazas, tan habitual en él. El empresario monta en cólera, y nos
pone una demanda de responsabilidad penal, pidiendo 500 millones y
cárcel para cada uno de nosotros.
Llega el juicio y me da que el juez hubiera querido multarnos
a todos, demandante y demandados, por gilipollas, jipis y tontolabas. Nuestros
abogados presentan como pruebas los fanzines que publicaba el propio denunciante, en el que
aparecen unos tebeos donde se hace parodia, mofa y befa de sucesos tan populares
como el de Alcásser.
Juro que no voy a volver a mencionar este incidente, que
parece que le gusta tanto a las personas, pero me pregunto,
¿Dónde estabais entonces,
infraseres?
02 noviembre 2010
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